Su origen, al igual que los salazones, reside en la necesidad de conservar alimentos perecederos, aunque se desconoce cuándo y por qué comenzaron a utilizarse en los postres navideños. Algunas leyendas apuntan que representan las joyas que lucían los Reyes Magos en sus túnicas y coronas.
En el artículo de hoy, además de desvelar sus características, aprenderemos a cómo escarchar la fruta, tomando como ejemplo las frutas de temporada que encontramos actualmente en el mercado.
Una primera aclaración: se utilizan indistintamente los términos fruta confitada, glaseada y escarchada, aunque no tienen el mismo significado. Todas tienen en común que antes se someten a procesos de cocción en almíbar de azúcar para extraer gran parte de su agua, pero se diferencian en su elaboración posterior:
Es posible escarchar todo tipo de frutas: naranjas y mandarinas en gajos, peras, kiwis, calabaza, melón, limones, uvas y cerezas sin hueso, melocotón, piña, higos… Y se pueden escarchar al gusto: tanto peladas, como con su corteza o piel, enteras o en trozos.
En este caso, hemos escogido frutas que encontramos actualmente en el mercado: como la piña, el kiwi, la naranja o la manzana.
El proceso, aunque no reviste complicación, sí requiere tiempo y paciencia. Sobre todo, porque es importante no mezclar las frutas, y prepararlas de forma separada.
Una recomendación para conservarlas: Una vez escarchada la fruta, se pueden almacenar en una caja de latón para que no estén expuestas a la luz. Se deben guardar en un lugar fresco, alejados del calor.
Ahora, a probar en casa… Eso sí, antes, la pregunta del millón: ¿Eres de las que come las frutas o de las que las deja a un lado? 😝